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H2 Aboy
2025
Grupo 8
H2 Aboy
2025
Conclusión de la investigación
El estudio de los bulevares parisinos del siglo XVII permite entender cómo el espacio urbano dejó de ser simplemente un soporte físico para convertirse en un escenario cargado de sentido, en el que se mezclaban funciones prácticas, simbólicas y sociales. Durante este período, París experimentó una importante transformación: pasó de ser una ciudad encerrada en sus murallas medievales a proyectarse como una ciudad capital moderna, ordenada y visible.
En ese proceso, los bulevares de borde como Fossés y Montmartre
( Img 1) cumplieron un rol clave. Ya no eran límites defensivos, sino zonas de transición entre lo construido y la futura urbanización. Organizaron el crecimiento urbano y redefinieron la relación entre la ciudad y su periferia, convirtiéndose en espacios intermedios, abiertos al tránsito y al control visual, pero sin integrarse del todo al núcleo central.
Los bulevares de circulación, como Saint-Denis y du Temple, fueron diseñados para responder a las nuevas necesidades de movilidad. En una ciudad que se expandía y se volvía más dinámica, estos bulevares actuaban como ejes de cruce y conexión entre barrios. No estaban pensados para detenerse ni para representar, sino para permitir el flujo constante de personas y vehículos. Su forma seguía su función: trazados rectos, anchos y arbolados, al servicio del desplazamiento y la eficiencia.
Por otro lado, los boulevares de promenade como Rue Saint-Antoine (Img 2) y Cours-la-Reine ( Img 3) mostraban un uso más sofisticado y representativo del espacio público. Allí no solo se caminaba, sino que se actuaba. El paseo se convertía en una performance social donde el cuerpo, el vestido, el ritmo y la mirada tenían reglas propias. Estos espacios funcionaban como teatros al aire libre, en los que cada persona era a la vez espectador y actor, construyendo su identidad frente a los demás.
Cada uno de estos tres tipos de bulevares expresa una manera distinta de habitar la ciudad en el siglo XVII: desde el borde que organiza y marca el paso a una ciudad más abierta, hasta la circulación funcional que ordena el movimiento, y la promenade que convierte el espacio urbano en un escenario de representación. A través de ellos, París comenzó a pensarse y diseñarse no solo como un lugar para vivir, sino también como una imagen para mostrar, una coreografía social, y una nueva forma de entender lo público.

(Img 1) 1632, vista desde Montmartre
_edited.jpg)
(Img 2) la Rue Saint-Antoine, la Bastilla y el Convento
de las Visitandinas en París, alrededor de 1660–1670
_edited.jpg)
(Img 3) muestra la entrada con arcos decorativos
y carruajes acercándose
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