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Grupo 8

H2 Aboy   
   2025

Bulevar de Circulación

Durante el siglo XVII, el crecimiento de París trajo consigo la necesidad de reorganizar los flujos urbanos. Las calles medievales, estrechas y laberínticas, dificultaban la circulación, sobre todo con la llegada del carruaje una nueva forma de movilidad que se popularizó entre las clases altas y luego se extendió a otros sectores sociales. Frente a esta transformación, surgieron los bulevares de circulación, pensados principalmente para facilitar el desplazamiento continuo de personas y vehículos dentro de la ciudad (Img. 1). Este tipo de bulevares tenían un propósito funcional: permitir el cruce fluido de la ciudad y conectar distintas zonas del tejido urbano sin necesidad de atravesar el centro. En otra palabras, arterias de paso, no de permanencia.
Este tipo de bulevar respondía a una nueva lógica urbana, en la que el acto de circular se volvía un uso central del espacio público. Los carruajes requerían caminos anchos, con trazados rectos, sin obstáculos ni ritualidad. En este contexto, bulevares como el Boulevard Saint-Denis y el Boulevard du Temple se consolidaron como ejes de cruce: eran recorridos de tránsito que articulaban barrios, sin detenerse en lo escénico ni en lo simbólico.
Como señala el Dictionnaire de l’Académie française de 1694, citado en La promenade, la acción de caminar o desplazarse por la ciudad ya no estaba necesariamente ligada al ocio o al ceremonial, sino también a la utilidad:
“Marcher, aller, soit à pied, soit en carrosse, soit à cheval [...] pour faire exercice ou pour se divertir.”
Esto muestra cómo las prácticas de circulación empezaban a adquirir autonomía como uso urbano. Ya no se necesitaba un destino simbólico; el movimiento por sí mismo se volvía parte de la vida urbana cotidiana.
Además, la creación de estos bulevares permitió descongestionar el centro histórico, abrir nuevas rutas paralelas y pensar en una ciudad que se movía más allá del núcleo tradicional (img 2). Como sostiene Kugler, la ciudad se transformó en un conjunto de vistas abiertas, caminos ordenados y trayectos previsibles.
“Con la llegada del carruaje y la creación de caminos amplios se pudo experimentar la ciudad de otra manera: ya no como un conjunto de callejones tortuosos, sino como una continuidad espaciosa y visible” (Kugler, p. 42).
En definitiva, los bulevares de circulación del siglo XVII fueron una respuesta concreta a una nueva necesidad de movilidad urbana. No estaban pensados para detenerse ni para mostrarse, sino para atravesar (espacios dinámicos). Organizaron el espacio en función del desplazamiento y permitieron a París convertirse en una ciudad más conectada, moderna y funcional. (img 3)

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(Img. 1) El bulevar diseñado para dar paso al carruaje. El trazado recto y amplio corresponde con esta lógica
funcional que busca facilitar el flujo continuo.

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(Img. 2) Se ve cómo los bulevares funcionaban como
"arterias de paso"

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(Img. 3) Boulevards de circulación, organizado en base al desplazamiento para una ciudad mas conectada

TP1: ¨Renacimiento Italiano¨

Historia 2- Catedra Aboy

Lenguaje + Regionalización

En este trabajo queremos mostrar cómo el lenguaje arquitectónico de Miguel Ángel va cambiando según la región, desde Florencia hasta Roma. Elegimos cuatro obras del artista que forman parte de un recorrido visual, como si se entrara a un túnel que empieza en Florencia y termina en Roma, mostrando cómo su estilo se adapta a cada lugar y momento histórico.

La primera obra es la Sacristía Nueva (Capilla de los Médici) del año 1520, en Florencia. Representa una fuerte identidad regional, ya que fue hecha para una familia muy importante de la ciudad. Tiene una arquitectura equilibrada pero también muy expresiva, con el uso del mármol y un diseño que transmite poder y espiritualidad. Esta obra muestra la conexión entre el arte y el contexto florentino.
La segunda es la Biblioteca Mediceo Laurenciana(1524-1571), también en Florencia. En este caso tomamos como referencia la sala de lectura, donde se destacan los bancos de madera integrados con la arquitectura. El espacio refleja el valor del conocimiento en esa época, y cómo Miguel Ángel combina funcionalidad con belleza. Se nota una evolución en su lenguaje, donde empieza a aparecer una mayor complejidad formal.
La tercera obra es el Palacio Farnesio (1571), en Roma. Aunque Miguel Ángel solo trabajó en la parte final, su intervención refleja un cambio importante: se pasa de una arquitectura más expresiva y simbólica (como en Florencia) a una más monumental y política. En Roma, el edificio responde a una necesidad de representar poder y orden, y eso se nota en su estilo más sobrio y clásico.
Por último, cerramos el recorrido con el David (1503), en Florencia. Aunque es una escultura, la incluimos porque representa muy bien el ideal del Renacimiento. El mármol blanco transmite fuerza y emoción sin necesidad de color. Además, el David simboliza la libertad, el coraje y el pensamiento, valores muy presentes en la identidad florentina.
A lo largo de este túnel, vemos cómo Miguel Ángel no tiene un estilo único e igual en todas sus obras, sino que su lenguaje cambia según el lugar, el encargo y el momento histórico. Esa capacidad de adaptación es lo que relacionamos con el concepto de lenguaje arquitectónico y regionalización.
También incluimos una cita de la época que nos pareció importante, ya que muestra cómo algunos críticos no valoraban su arquitectura:


“Los edificios de Miguel Ángel son incorrectos y que, exceptuada la sacristía de San Lorenzo... todo lo demás es malo [...] Como Miguel Ángel ha sido sumamente excelente en escultura y pintura se pretende a la fuerza que ocurra lo mismo en la arquitectura.”

(Tomaso Temanza, pág. 235 – Patteta, Miguel Ángel. Textos de época)
Aunque Temanza fue muy crítico, nosotros creemos que justamente lo interesante de Miguel Ángel es cómo supo adaptar su arte a distintos espacios y regiones, aportando algo propio en cada lugar.

Bibliografia:
Hauser, A. (1951). Historia social de la literatura y del arte. Ed. Guadarrama
Patteta, L. (1997). Resumen de El Renacimiento Italiano de Eugenio Garín.  
Tafuri, M. (1978) La Arquitectura del Humanismo.

 

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