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Grupo 8

H2 Aboy   
   2025

Rue Saint-Antoine

La Rue Saint-Antoine es una de las calles más antiguas y emblemáticas de París. Se extiende desde la Place de la Bastille hasta el Hôtel de Ville, atravesando el barrio del Marais. Aunque su origen es medieval, en el siglo XVII comenzó a cumplir una función muy diferente: durante ciertos momentos del día, y en determinados tramos, se convertía en un espacio de promenade, especialmente para la aristocracia y la alta burguesía.
A diferencia de otras calles que tenían un uso exclusivamente práctico, la Rue Saint-Antoine (img. 1) se volvió, en ciertos horarios, un escenario social. Personas bien vestidas caminaban lentamente o paseaban en carruaje para mostrarse ante los demás. Era una promenade “intermitente”, porque no estaba diseñada como tal, pero funcionaba de ese modo cuando las condiciones se prestaban: buena luz, horario concurrido, presencia de la élite. Como señala La Bruyère al describir estos espacios:
“No se pasea allí por necesidad de conversación, sino para afirmarse en el teatro, familiarizarse con el público y fortalecerse contra la crítica.” (citado en Kugler, p. 39)
Este boulevard no contaba con un diseño regularizado como los paseos formales, pero su ubicación estratégica y central lo volvía ideal para la circulación social. Su traza recta y amplia, junto con su cercanía a lugares de poder, reforzaba su carácter público y visible. Aunque no era un paseo ajardinado, sí se lo usaba con un objetivo similar: ser visto y mirar, controlar y formar parte de la escena urbana.
Kugler indica que esta transformación del espacio cotidiano en espacio escénico fue una de las claves del París del siglo XVII:
“La promenade se convirtió en un teatro con los parisinos como protagonistas: aparecían con vestimentas lujosas y gestos artísticos, poniéndose en escena mientras observaban y juzgaban a sus conciudadanos.” (Kugler, p. 39)
La Rue Saint-Antoine conducía hacia el este, conectando el corazón político de la ciudad con la Bastilla, una puerta simbólica (img. 2) , que marcaba el ingreso a París. Esta condición liminar reforzaba su uso como promenade: era una calle de tránsito con fuerte carga representativa, donde se mezclaban movilidad, poder y visibilidad.

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(Img 1) Rue Saint-Antoine, la Bastilla y el Convento de
las Visitandinas, Paris, c.1660-70

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(Img 2) Vista de la Bastilla de París, la Puerta de San
Antonio y parte del arrabal en el siglo XVIII (grabado

Cours la Reine

El Cours-la-Reine fue uno de los primeros espacios específicamente diseñados para la promenade en París. Ubicado en la margen derecha del río Sena, entre la Place de la Concorde y el Pont de l’Alma, este paseo arbolado fue creado en 1616 por orden de María de Médici, con el objetivo de ofrecer un lugar elegante y seguro para que la aristocracia pudiera pasear en carruaje o a pie.(Img. 1)
A diferencia de otras calles que funcionaban ocasionalmente como promenade, el Cours-la-Reine fue pensado desde el inicio como un espacio de exhibición social. Su trazado era regular, con hileras simétricas de árboles, rutas calculadas, y un diseño que facilitaba tanto el movimiento lento como la visibilidad mutua. Este bulevar no solo ordenaba el cuerpo en el espacio, sino también el tiempo: tenía horarios marcados para la promenade, y quien no respetaba el ritmo ni la etiqueta del paseo, corría el riesgo de ser excluido visual y socialmente.
Kugler relata que en el Cours-la-Reine, algunos aristócratas incluso llevaban varios trajes en sus carruajes para cambiarse a mitad del paseo:
“El Marqués de Rouillac se encerraba en su carruaje, cambiaba de atuendo, y salía ‘como un sol que emerge de una nube’.” (Kugler, p. 39)
Esta teatralidad era parte central del uso del bulevar. No se trataba solo de pasear, sino de actuar una identidad social. Como señala Kugler, el paseo en Cours-la-Reine era una performance sofisticada, donde se ponían en juego el cuerpo, la moda, la mirada y la pertenencia. (Img. 2) El espacio actuaba como una escena urbana regulada, donde cada gesto tenía un significado y donde se construía el estatus social a través de la visibilidad.
Además, el Cours-la-Reine conducía hacia zonas más abiertas, conectando París con sus suburbios aristocráticos. Su ubicación, desplazada del centro, reforzaba su carácter selecto, alejado del bullicio comercial, pero conectado con la nobleza y el poder.
El Dictionnaire de l’Académie de 1694 define promenade como:
“Lugar donde es agradable pasar el tiempo, solo o en buena compañía.”
Pero el caso del Cours-la-Reine muestra que esta actividad no era inocente ni neutral: era una forma de expresión social organizada, una puesta en escena del individuo frente a la mirada colectiva.
En resumen, el Cours-la-Reine fue el prototipo del boulevard de promenade del siglo XVII: un espacio diseñado para el desfile elegante, el control simbólico y la construcción de identidad social a través del cuerpo y el paisaje urbano.

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(Img.1) Paisaje tipico de bulevar de promenade
con paseo peatonal arbolado

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(Img.2) Espacio urbano para el paseo de la
burguesia

TP1: ¨Renacimiento Italiano¨

Historia 2- Catedra Aboy

Lenguaje + Regionalización

En este trabajo queremos mostrar cómo el lenguaje arquitectónico de Miguel Ángel va cambiando según la región, desde Florencia hasta Roma. Elegimos cuatro obras del artista que forman parte de un recorrido visual, como si se entrara a un túnel que empieza en Florencia y termina en Roma, mostrando cómo su estilo se adapta a cada lugar y momento histórico.

La primera obra es la Sacristía Nueva (Capilla de los Médici) del año 1520, en Florencia. Representa una fuerte identidad regional, ya que fue hecha para una familia muy importante de la ciudad. Tiene una arquitectura equilibrada pero también muy expresiva, con el uso del mármol y un diseño que transmite poder y espiritualidad. Esta obra muestra la conexión entre el arte y el contexto florentino.
La segunda es la Biblioteca Mediceo Laurenciana(1524-1571), también en Florencia. En este caso tomamos como referencia la sala de lectura, donde se destacan los bancos de madera integrados con la arquitectura. El espacio refleja el valor del conocimiento en esa época, y cómo Miguel Ángel combina funcionalidad con belleza. Se nota una evolución en su lenguaje, donde empieza a aparecer una mayor complejidad formal.
La tercera obra es el Palacio Farnesio (1571), en Roma. Aunque Miguel Ángel solo trabajó en la parte final, su intervención refleja un cambio importante: se pasa de una arquitectura más expresiva y simbólica (como en Florencia) a una más monumental y política. En Roma, el edificio responde a una necesidad de representar poder y orden, y eso se nota en su estilo más sobrio y clásico.
Por último, cerramos el recorrido con el David (1503), en Florencia. Aunque es una escultura, la incluimos porque representa muy bien el ideal del Renacimiento. El mármol blanco transmite fuerza y emoción sin necesidad de color. Además, el David simboliza la libertad, el coraje y el pensamiento, valores muy presentes en la identidad florentina.
A lo largo de este túnel, vemos cómo Miguel Ángel no tiene un estilo único e igual en todas sus obras, sino que su lenguaje cambia según el lugar, el encargo y el momento histórico. Esa capacidad de adaptación es lo que relacionamos con el concepto de lenguaje arquitectónico y regionalización.
También incluimos una cita de la época que nos pareció importante, ya que muestra cómo algunos críticos no valoraban su arquitectura:


“Los edificios de Miguel Ángel son incorrectos y que, exceptuada la sacristía de San Lorenzo... todo lo demás es malo [...] Como Miguel Ángel ha sido sumamente excelente en escultura y pintura se pretende a la fuerza que ocurra lo mismo en la arquitectura.”

(Tomaso Temanza, pág. 235 – Patteta, Miguel Ángel. Textos de época)
Aunque Temanza fue muy crítico, nosotros creemos que justamente lo interesante de Miguel Ángel es cómo supo adaptar su arte a distintos espacios y regiones, aportando algo propio en cada lugar.

Bibliografia:
Hauser, A. (1951). Historia social de la literatura y del arte. Ed. Guadarrama
Patteta, L. (1997). Resumen de El Renacimiento Italiano de Eugenio Garín.  
Tafuri, M. (1978) La Arquitectura del Humanismo.

 

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